viernes, 5 de agosto de 2011

PREMIO FRANCISCO DE QUEVEDO

AUTOR: JERÓNIMO CALERO CALERO (MANZANARES)

(CIUDAD REAL)



QUEVEDO, ESE SUEÑO…


Te imagino soñando, el último poema

-el de antes de tu muerte nacido sangre arriba-

en esta celda umbría donde fuera tu vida,

hoy apenas poblada por el bies de la ausencia.


Te imagino en un tiempo de soledad y angustia

rebuscando en tu noche el vigor de otros días,

( de tus ojos acuosos una lágrima rueda

iniciando el regreso hacia Dios o hacia el alba).


Imagino tu mente, como un agua profunda

que encontró su venero

para dar nueva vida,

te imagino vaciando el caudal de tu acequia

en el útero malva de una tierra sin nombre.


Te imagino callado para el paso del débil,

hogaza para el hambre del que nada consigue,

libertad para el alma que solloza cautiva,

aliento para el triste que agotó su esperanza.


Te imagino poeta hasta el último aliento,

esparciendo tu aroma como flor deshojada

que mostrara en sus pétalos la unidad del origen

e incendiara la tarde de vencida belleza.


Te imagino remoto como piélago alzado

en las vírgenes lindes de un remanso celeste,

con un verso en los labios como antorcha prendida

indicando a quien llegue que tu luz no se extingue.


Te imagino en la senda de tus últimas horas

con el paso cansado del que viene de lejos,

un suspiro de alivio anticipa en tu rostro

la suprema armonía que acontece en tu alma.


Te imagino en un sitio donde no duele el mundo

donde nada es mezquino, ni dañoso, ni triste,

donde nunca es invierno, o es tan bello el invierno.

que florecen pensiles sobre brotes de escarcha.


Te imagino horizonte más allá de la vida,

donde sólo el latido de tu verso es sonido

donde ya son memoria las palabras talladas

en el claro epitafio que antecede a tu nombre.


Te imagino glorioso, como un arcángel rubio,

ocupando el estrado de los viejos poetas,

blanquecina la barba por la cal de los siglos

que pasaron tan raudos como el ala de un sueño.


Te imagino en la ola que se rompe en espumas,

en el beso que inicia su escalada de labios

en el ojo que encuentra la mirada precisa

en la mano que impulsa la razón del apero.


Te imagino en el alba que destrenza la noche,

en la encina que gime rumorosa de viento

en la gota que inicia su remonte de ríos

en el punto y seguido donde todo es posible.


Te imagino final, te imagino principio,

te imagino pasado, te imagino presente,

te imagino palabra –cuando ya nada exista-

navegando en un mar de imposibles orillas.


En tus horas postreras he plantado mi pluma,

no hay nada tan fecundo como el último llanto,

ahora siento la paz que rezuman tus días,

encharcando la sed que secaba mi espíritu.


He guardado tu nombre para el íntimo estrado

desde el cual se venera todo aquello que es puro,

tu alma hecha soneto se desprende del libro

en el que cada noche remuevo tus cenizas.


El ayer y el olvido son acaso sinónimos,

es por eso que intento la ecuación de lo inverso:

del verso al infinito, para encontrar tu esencia,

del infinito al verso, para saber que aún eres.

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